martes, noviembre 14, 2006

¿Dónde está el papá?


Las primeras imágenes que tengo de mi padre, son de bien chica y sólo recuerdo sus pantorrilas. Recuerdo haberlo abrazado una vez y darme cuenta que mi cabeza llegaba como hasta sus rodillas. Después, como por pedazos, recuerdo sus manos que tomaban las mías para guiarme en mis dibujos o levantarme del suelo para sentarme en una silla y ponernos a estudiar juntos. Luego recuerdo su incipiente barba de mañana, la cual los fines de semana era mi entretención ya que yo tomaba las pinzas de mi mamá y me entretenía sacándole los pelos uno a uno, mientras él dormía. No sé si dormía o se hacía el dormido, pero hacía como que no le dolía. Después con los años, poco a poco, empezó la imagen de mi papá a unirse como en un rompecabezas y a transformarse en una unidad, en una sola persona. Finalmente recuerdo como me tomaba de la mano y caminaba conmigo en la calle. Claro, él caminaba, pero yo tenía que ir corriendo tras de él con mis cortas piernas de niña.

Cuando chica nos entreteníamos en su taller, yo jugaba con los clavos y el martillo y él hacía sus cosas. Me juntaba “oro” que no era más que virutas de bronce de sus herramientas y yo lo guardaba como un tesoro en algún rincón de la casa. También me recortaba pedacitos de papel para yo dibujar y a veces me dejaba decorar las tarjetas navideñas que él iba a enviar a sus conocidos.

Recuerdo su auto Chevrolet y su olor a bencina que me mareaba. No sé por qué, pero creo que pasamos muchas horas en ese auto, él yéndome a buscar al colegio, llevándome al dentista o simplemente yo acompañándolo a hacer sus trámites.

Después con el tiempo la relación va cambiando y no sé cómo describirlo, pero él pasa de ser un semidios a una persona. Uno le puede discutir y tener conversaciones y discrepancias. Inevitablemente se me vienen a la mente los veranos ya que son los momentos en que uno pasa más tiempo con los padres. Las vacaciones con mi prima Loreto y mis dos hermanos, las aventuras en el Sunfish con mi papá, la pasión por la fotografía, sus historias de extraterrestres, fantasmas, almas en pena, mitos, leyendas y todo un sinfín de seres que para uno son cuentos, pero que para él siempre fueron verdad. Luego su idea de la reencarnación fue tomando cuerpo y fue pasando a ser casi una religión. El tema siempre estuvo en la mesa desde que tengo uso de conciencia, nuevas historias, descubrimientos, libros que leer, rarezas, preguntas, estudios y un libro que escribir.

Ahora que miro hacia atrás, su vida estuvo llena de preguntas y una búsqueda eterna. Encontró muchas respuestas y tuvo fe en la vida y en Dios. No fue una mala persona, todo lo contrario, fue un muy buen hombre, con sus errores humanos, pero una cosa que siempre admiré es su respeto por el resto de las personas y el nunca querer hacer problema por nada.

Cuando pienso en que no estará aquí con nosotros, infantilmente me pregunto ¿dónde está el papá? ¿Se abrá escondido debajo de la mesa, o detrás de la puerta? ¿Se fue de viaje a Europa? Me lo imagino con una maletita y su terno despidéndose y partiendo de viaje, un viaje sin retorno tal vez, o digamos que un viaje más largo de lo esperado, pero mi papá siempre estará ahí. Y cuando tenga dudas lo buscaré tal vez debajo de la cama y me imaginaré que a lo mejor está jugando alguno de sus juegos. O que está trabajando con sus herramientas y me está haciendo “oro” para yo poder jugar con él, o me está recortando papelitos para que yo pueda pintar en ellos.
En la foto aparecemos casi todos acompañándolo en la cama, cuando estaba enfermito