jueves, septiembre 22, 2005

Mi canguro y yo


Mi canguro llegó un día a mi casa, por esas casualidades de la vida. Era un domingo más, de esos con pelusas suspendidas en el aire.
Mi canguro me pilló por sorpresa mientras trataba de olvidar amargos tratos. Se apareció por la ventana y silente me miraba a través de sus largas pestañas. Desde ese día nos hicimos inseparables.
A pesar de la naturalidad de nuestra amistad, mantuvimos nuestra relación en secreto... él mantuvo su eterno silencio y yo lo escondía.
Mi canguro me acompañaba a comprar pan. No era necesario llevar bolsa ya que en su saco guardábamos las marraquetas. A veces hurgaba en ella para rescatar migas de galletas ya devoradas.
Mi canguro tenía patas fuertes y grandes y saltaba muy alto. Cuando estaba triste, me metía en su saco y me llevaba de brinco en brinco a la ciudad. Con mi canguro conocí la Alameda y también la Moneda. La Plaza de Armas era nuestro lugar favorito. Yo buscaba en su bolsillo monedas perdidas y compraba algodón de azúcar.
Un día mi canguro me vio y supo inmediatamente qué hacer: me garró y dio un brinco tan grande que fuimos a parar directamente a Australia.
Desde entonces que vivo rodeada de estos ratones gigantes, mas el bolsillo de mi canguro aún conserva alguna de las migas de galletas que a escondidas comíamos.

1 Comments:

Blogger Edgard said...

ahh. que lindo el cuento. Me gustó!
Que bueno que escribas de nuevo, espero ver más.

Edgard

6:55 p.m.  

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